Mirar y sublimar el paisaje
El interés de Hokusai por el paisaje recuerda el de sus contemporáneos por los parajes célebres (meisho). En la época Edo, los señores japoneses viajaban constantemente entre sus feudos y la capital. Las clases populares también se trasladaban por trabajo o durante las grandes peregrinaciones religiosas, en particular a Ise. Así se fue forjando progresivamente una cultura del viaje y un gusto por el descubrimiento del país.
El entusiasmo por las guías ilustradas de lugares célebres ofrece a los artistas del ukiyo-e un terreno de expresión, al igual que la difusión de los manuales chinos consagrados a los jardines, valiosos repertorios para la creación de paisajes. Durante las eras Kyōwa-Bunka (1801-1818), Hokusai es uno de los pocos artistas en hacer del paisaje el tema principal de una estampa. Dibuja un número considerable de sitios famosos y se dedica a describir la «ruta exterior» (Tōkaidō) y sus estaciones de postas, que conectaban Edo, residencia shogunal, con Kyōto, sede del emperador, y que él recorrió en 1812.
Entre los artistas japoneses, tradicionalmente, la representación de un paisaje era fruto de la imaginación o de la interpretación de una iconografía establecida, a menudo china. Fiel a este enfoque, Hokusai realizará muchos paisajes sin haberlos visto. Pero su extraordinaria inventiva le convierte en el precursor de un nuevo género. Sublimando el paisaje, describe las estaciones, sus cambios y las modificaciones de la luz a lo largo del día. Demuestra un interés sensible por todo lo que le rodea e indaga en la relación del hombre con la naturaleza. Terreno de experimentación plástica, el género del paisaje constituye para él, sobre todo, una ilustración de su deseo de conocer el mundo para captar la energía que anima el universo.
Además, adopta nuevos procedimientos derivados de la pintura occidental, como la perspectiva lineal o los efectos de sombra, que aplica en sus grabados de paisajes, pero también en sus manuales de dibujo, como el séptimo volumen del Manga.
A los 72 años de edad, Hokusai se consagra de lleno, de una manera casi obsesiva, al paisaje, convirtiendo el monte Fuji en objeto de estudio para une nueva serie, las Treinta y seis vistas del monte Fuji. Magnifica la montaña sagrada mediante el uso de un gran formato y a través de composiciones simplificadas con encuadres innovadores, para las que emplea una gama cromática restringida en la que predomina el azul de Prusia. El paisaje, tema principal, da lugar a veces a escenas de género que describen de forma sensible y llena de humanidad la vida cotidiana de sus contemporáneos. A esta serie magistral le siguen las de las cascadas y los puentes, convirtiendo a Hokusai en un maestro del paisaje.
«Hokusai se entrega a una meditación sobre la vida, la eternidad, las tormentas, el espacio, lo visible y lo invisible, los trampantojos, la relación del hombre con la naturaleza, lo que no se ve a simple vista y que el espíritu debe venir a iluminar». Nelly Delay, Les cent vues du mont Fuji, Hazan, 2008.